Ayotzinapa: la marcha de los 43 y la manipulación del dolor
🗓️26 Sep 2025 🌐 Nacional 👩🦱 Administrador 📊 1197 vistas

Una vez más se lleva a cabo la llamada “marcha nacional” en conmemoración de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. Una tragedia real, cruel y dolorosa, convertida en bandera política y pretexto permanente para mantener vivo un conflicto que, en vez de resolverse, se administra.
Los hechos son claros: un grupo de estudiantes fue levantado y desaparecido, la cifra cabalística de 43 se convirtió en símbolo. Se culpó al gobierno de Peña Nieto, y más tarde Andrés Manuel López Obrador prometió que él sí resolvería el crimen, que llevaría a los culpables a prisión, que haría justicia. Hoy, terminado su sexenio, el resultado es exactamente el mismo: nada. Los culpables siguen libres, las familias siguen con la misma incertidumbre y el país con la misma herida abierta.
El uso sectario del sacrificio humano
Lo que llama la atención es cómo esa cifra y esos jóvenes son usados como si se tratara de un ritual político-religioso. La práctica de sacrificar personas para levantar mártires es común en distintas ideologías, sean de derecha, izquierda o incluso en lobbies de intereses como los LGBTI. La lógica es la misma: crear un símbolo, un mártir colectivo que sirva de bandera para movilizar masas y tener un pretexto eterno para golpear al país o a los gobiernos en turno.
¿Quiénes marchan realmente?
Los que supuestamente salen a marchar en nombre de los 43 no son ciudadanos comunes ni familias trabajadoras indignadas. Son grupos organizados, miembros de sectas políticas, porros disfrazados con capuchas, usados como carne de cañón para provocar desmanes, rayar paredes, incendiar negocios y destruir propiedad privada que nada tiene que ver con Ayotzinapa. Si la protesta fuera auténtica, se dirigiría a los congresos, a las explanadas de los gobiernos o a las casas de los funcionarios responsables. Pero no: el objetivo es joder la vida pública, afectar a los inocentes, sembrar miedo y caos.
La operación detrás del caos
No es nuevo. Judería, masonería y comunismo han operado históricamente de esta manera: generan disidencias, dividen sociedades y manipulan jóvenes vacíos, sin rumbo, para usarlos como instrumentos de presión. En México, los gobiernos de “Bienestar” han aprendido a nutrirse de estas prácticas: fabricar indignación, mantenerla encendida y usarla como moneda política.
Una alerta para los padres
Es lamentable ver a jóvenes, que podrían estar construyendo su futuro, convertidos en piezas de un juego perverso. Muchachos sin criterio, sin conciencia, que por unos cuantos billetes se prestan a ser manipulados y utilizados para seguir jodiendo la vida pública de México.
Por eso, esta columna termina con una alerta: los padres deben estar atentos. Deben vigilar que sus hijos no caigan en el proselitismo de estos grupos de poder, que no sean captados por sectas políticas o ideológicas que, tarde o temprano, los usan como carne de cañón y los convierten en mártires al estilo de tantos “Charlies” y otros casos a lo largo de la historia.
La marcha de los 43 ya no representa justicia, representa manipulación. Y mientras tanto, la verdadera tragedia —las familias que no saben dónde están sus hijos— queda sepultada bajo los gritos, la violencia y el teatro político.
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