“Entre humo y frutas: la nueva Corte se arrodilla ante Quetzalcóatl”

En un hecho que raya en lo grotesco y la burla al pueblo mexicano, los nuevos ministros de la llamada “nueva Corte” realizaron una ceremonia que en cualquier país serio sería considerada un espectáculo circense: una supuesta “purificación de bastones” que más parecía brujería, santería barata y un espectáculo montado para justificar su farsa de poder.

El acto incluyó un canasto con frutas ofrecidas como holocausto a Quetzalcóatl, la serpiente emplumada de los antiguos aztecas, y a otras deidades disfrazadas de “símbolos naturales”. Todo bajo el disfraz de un rito cultural, pero con claras connotaciones demoníacas. ¿Es esto lo que representan ahora los ministros de la Suprema Corte? ¿Brujería disfrazada de institucionalidad?

Una afrenta al México Guadalupano

Nuestro país, profundamente Guadalupano y heredero de la fe que España trajo para erradicar los sacrificios humanos y las prácticas idolátricas de los aztecas, merece respeto, no burlas. Lo que presenciamos es una parodia que rememora aquellas escenas sangrientas donde carne y sangre eran entregadas a falsos dioses. Una parodia que no solo ofende la tradición católica, sino que también simula aquellas escenas del Antiguo Testamento en que se exigían sacrificios de carne y fuego como prueba de fe.

Ministros ilegítimos, corte ilegítima

No se puede perder de vista que estos ministros llegaron a sus cargos en medio de un proceso amañado, con elecciones manipuladas, acordeones repartidos para aparentar conocimiento, y acarreados comprados para llenar asientos. El resultado: un poder judicial infiltrado, entregado y sin legitimidad.

Lo ocurrido no es un simple desliz folclórico: es la confirmación de que la justicia en México ha caído en manos de farsantes que, en lugar de defender la Constitución, prefieren perderse en rituales ridículos que denigran la seriedad del máximo tribunal del país.

En conclusión, lo que vimos no fue una ceremonia de “purificación”, sino un espectáculo de ridículo y vergüenza nacional. Una Corte que se presta a brujerías no puede impartir justicia; solo confirma que el pueblo mexicano está bajo el yugo de un fraude monumental.