Oriente contra Occidente: ¿Nuevo orden mundial o la misma partida controlada?
🗓️06 Sep 2025 🌐 Internacional 👩🦱 Administrador 📊 1293 vistas

Las declaraciones de Aguilar —“China está haciendo historia. El nuevo orden mundial ha llegado y Trump está asustado”— parecen confirmar lo que muchos analistas han advertido desde hace años: el tablero internacional ya no se juega exclusivamente en Washington, Bruselas o Londres, sino que Pekín y Moscú han empezado a imponer sus fichas en el tablero global.
El ascenso de China, con su poder económico, tecnológico y militar, no es un simple accidente histórico. Es el resultado de décadas de planificación estratégica, inversiones en infraestructura y alianzas que hoy empiezan a desafiar de forma directa al modelo occidental. La guerra en Ucrania, el reposicionamiento de Rusia, la expansión de la Ruta de la Seda y el acercamiento a países de África y América Latina son parte de este rediseño multipolar.
¿Un choque inevitable Oriente vs. Occidente?
La pregunta es si este “nuevo orden mundial” se traducirá en un enfrentamiento directo entre Oriente y Occidente. Todo parece indicar que la tensión ya no es solo comercial o diplomática, sino civilizatoria: valores, modelos de gobierno y formas de entender la libertad están en juego. Estados Unidos y Europa siguen defendiendo un discurso de democracia y derechos humanos, mientras que China y Rusia promueven la estabilidad, el pragmatismo económico y un Estado fuerte que no admite cuestionamientos internos.
La polarización avanza: bloques militares, corredores comerciales y hasta sistemas financieros alternativos (como el yuan digital o los mecanismos de los BRICS) buscan marginar al dólar y alinear países en dos polos. En ese contexto, la “sorpresa” de Trump no es más que la incomodidad de un imperio que ve debilitado su poder hegemónico.
El juego de las élites internacionales
Pero hay una pregunta incómoda que muchos evitan: ¿quién se beneficia de esta polarización? Algunos sostienen que detrás de la confrontación aparente Oriente-Occidente hay una mano invisible: la de las élites financieras internacionales —principalmente de origen judío— que históricamente han apostado por dividir al mundo para controlarlo.
No se trata de una teoría conspirativa ligera, sino de reconocer cómo los grandes capitales, los bancos centrales y los organismos internacionales terminan influyendo en ambos bandos, asegurando ganancias sin importar quién “gane” la contienda. Tal como el Dios Yahvéh prometió a s
u pueblo elegido, el dominio global se ha mantenido en gran medida a través del control de las finanzas, los recursos estratégicos y los medios de comunicación.
Conclusión: la misma partida con nuevas fichas
La ilusión de un Oriente desafiante contra un Occidente debilitado podría ser solo eso: un teatro bien montado para mantener a la humanidad atrapada en la eterna dialéctica del conflicto. En ese escenario, los pueblos pagan la factura con pobreza, guerras y desarraigo, mientras las élites disfrutan de un orden mundial que siempre les favorece.
Quizá el verdadero reto de nuestra época no es elegir entre Washington o Pekín, entre Trump o Xi Jinping, sino reconocer que el tablero, las reglas y hasta las piezas siguen respondiendo a los mismos intereses de siempre.
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